Soy un cantor popular... Popular no de popularidad, sino porque pertenezco a la clase trabajadora. Trabajador de la cultura, pero en fin, trabajador. "V. Jara"
Víctor nace el 28 de Septiembre de 1932 de padres campesinos: Manuel, inquilino, Amanda, cantora. Su infancia transcurre en Lonquén, localidad cercana a la capital y su juventud en Santiago, en la Población Nogales.
Víctor Jara es llevado al Estadio Chile y torturado.
Muere acribillado el 15 de Septiembre, pocos días antes de cumplir 41 años. Su cuerpo es encontrado en la morgue como NN.
Muere acribillado el 15 de Septiembre, pocos días antes de cumplir 41 años. Su cuerpo es encontrado en la morgue como NN.
“¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!”
Por: Boris Navia Pérez (FORUM)* (Fecha publicación:17/09/2006)
Gritó >>el oficial apuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos600 profesores y estudiantes de la UTE ingresábamos prisioneros con las manos en la nuca y a punta de bayonetas y culatazos al Estadio Chile, la tarde del miércoles 12 de septiembre de>> 1973. Era el día siguiente del golpe fascista. El día antes, el 11, Víctor debía cantar en el acto que se realizaría en la UTE, >>donde nuestro rector Enrique Kirberg recibiría al presidente Allende, quien anunciaría el llamado a plebiscito al pueblo de Chile. Sin embargo, la voz de Allende fue apagada en La Moneda en >>llamas y la guitarra de Víctor quedaría allí, destrozada por la >>bota militar en el bombardeo de la UTE, como testimonio más de la barbarie fascista.“¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!”. Repitió >>iracundo el oficial. Casco hasta los ojos, rostro pintado, >>metralleta al hombro, granada al pecho, pistola y corvo al cinto, balanceando su cuerpo tensado y prepotente sobre sus botas negras.“¡A ese huevón! ¡A ése!”. El soldado lo empuja >>sacándolo de la fila. “¡No me lo traten como señorita, carajo!”. Ante la orden, el soldado levanta su fusil y le da un feroz culatazo en la espalda de Víctor. Víctor cae de bruces, casi a los pies del oficial.“¡Che, tu madre! Vos sos el Víctor Jara huevón. El cantor marxista ¡El cantor de pura mierda!”. Y, entonces, su bota se descarga furibunda una, dos, tres, 10 veces en el cuerpo, en el >>rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con sus manos (ese rostro que cada vez que lo levanta esboza esa sonrisa, que nunca lo abandonó hasta su muerte). Esa misma sonrisa grande con que cantó desde siempre al amor y a la revolución.“Yo te enseñaré hijo de puta a cantar canciones chilenas, ¡nocomunistas!”.El golpe de una bota sobre un cuerpo indefenso no se olvida jamás. >>El oficial sigue implacable su castigo, enceguecido de odio, lo >>increpa y patea. La bota maldita se incrusta en la carne del cantor. Nosotros, apuntados por los fusiles contemplamos con horror >>la tortura de nuestro querido trovador y pese a la orden de avanzar >>nos quedamos transidos frente al horror. Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino >>al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso >>desenfunda su pistola y pensamos con pavor que la descerrajará >>sobre Víctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y >>otra vez. Grita e increpa. Es histeria fascista. Y, entonces, la >>sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su >>frente, sus ojos. Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos >>quedaría grabada para siempre en nuestras retinas.>>>>El oficial se cansa y de pronto detiene sus golpes. Mira a su >>alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que en una larga >>hilera lo observan con espanto y con ira. Entonces, se descompone y >>vocifera.>>>>“¿Qué pasa huevones? ¡Que avancen estas mierdas¡ Y a este >>cabrón' se dirige a un soldado, “me lo pones en ese pasillo y >>al menor movimiento, lo matas! ¿Entendiste? ¡Carajo!>>>>El Estadio Chile se iba llenando rápidamente con prisioneros >>políticos. Primero, 2 mil, luego seríamos más de 5 mil. >>Trabajadores heridos, ensangrentados, descalzos, con su ropa hecha >>jirones, bestialmente golpeados y humillados. El golpe fascista >>tuvo allí, como en todas partes, una bestialidad jamás vista. Las >>voces de los oficiales azuzando a los soldados a golpear, a patear, >>a humillar esta “escoria humana”, a la “cloaca >>marxista”, como lo espetan.>>>>Hasta hoy día la gente nos pregunta si los miles de prisioneros del >>estadio presenciaron estas torturas de Víctor y la respuesta es que >>sólo unos pocos, sus compañeros de la UTE y los más cercanos, ya >>que el destino y la vida de cada uno estaba en juego y, además, el >>Estadio Chile era un multiescenario del horror, de la bestialidad >>más despiadada.>>>>Allí arriba un oficial le cortaba la oreja con su corvo a un >>estudiante peruano, acusándolo por su piel morena de ser cubano. >>Allá, un niño de unos 12 años, de repente se levanta de su asiento >>y llamando a su padre corre enloquecido entre los prisioneros y un >>soldado le descarga su ametralladora. De pronto un soldado tropieza >>en las graderías con el pie de un obrero viejo y El príncipe, que >>así se hacía llamar uno de los oficiales a cargo, desde lo alto de >>los reflectores que nos enceguecían, le ordena que le golpee y el >>soldado toma el fusil por su cañón y quiebra su culata en la cabeza >>del trabajador, que se desangra hasta morir. Un grito de espanto >>nos sobrecoge. Desde lo alto de la gradería, un trabajador >>enloquecido se lanza al vacío al grito de ¡Viva Allende! y su >>cuerpo estalla en sangre en la cancha del estadio. Enceguecidos por >>los reflectores y bajo los cañones de las ametralladoras, llamadas >>“las sierras de Hitler”, siguen llegando nuevos >>prisioneros.>>>>Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de >>los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento, con >>prohibición de moverse. Desde ese lugar, contempla el horror del >>fascismo. Allí, en ese mismo estadio que lo aclamó en una noche del >>año 69 cuando gana el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, >>con su Plegaria de un labrador:>>>>Levántate>>Y mírate las manos>>Para crecer, estréchala a tu hermano>>Junto iremos unidos en la sangre>>Hoy es el tiempo que puede ser mañana.>>Juntos iremos unidos en la sangre>>Ahora y en la hora>>de nuestra muerte, amen.>>>>Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del >>jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Víctor >>tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su >>cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. Y >>estando allí, es exhibido como trofeo por el oficial superior y por >>El príncipe ante las delegaciones de oficiales de las otras ramas >>castrenses y cada uno de ellos hace escarnio del cantor.>>>>La tarde del jueves se produce un revuelo en el estadio. Llegan >>buses de la población La Legua. Se habla de enfrentamiento. Y bajan >>de los buses muchos presos, heridos y también muchos muertos. A >>raíz de este revuelo, se olvidan un poco de Víctor. Los soldados >>fueron requeridos a la entrada del estadio.>>>>Entonces, aprovechamos para arrastrar a Víctor hasta las graderías. >>Le damos agua. Le limpiamos el rostro. Eludiendo la vigilancia de >>los reflectores y las “punto 50”, nos damos a la tarea >>de cambiar un poco el aspecto de Víctor. Queremos disfrazar su >>estampa conocida. Que pase a ser uno más entre los miles. Un viejo >>carpintero de la UTE le regala su chaquetón azul para cubrir su >>camisa campesina. Con un cortauñas le cortamos un poco su pelo >>ensortijado. Y cuando nos ordenan confeccionar listas de los presos >>para el traslado al Estadio Nacional, también disfrazamos su nombre >>y le inscribimos con su nombre completo: Víctor Lidio Jara >>Martínez. Pensábamos, con angustia, que si llegábamos con Víctor al >>Nacional, y escapábamos de la bestialidad fascista del >>“Chile”, podríamos, tal vez, salvar su vida.>>>>Un estudiante nuestro ubica a un soldado conocido, le pide algo de >>alimento para Víctor. El soldado se excusa, dice que no tiene, pero >>más tarde aparece con un huevo crudo, lo único que pudo conseguir y >>Víctor toma el huevo y lo perfora con un fósforo en los dos >>extremos y comienza a chuparlo y nos dice, recuperando un tanto su >>risa y su alegría, “en mi tierra de Lonquén así aprendí a >>comer los huevos”. Y duerme con nosotros la noche del jueves, >>entre el calor de sus compañeros de infortunio y, entonces, le >>preguntamos que haría él, un cantor popular, un artista >>comprometido, un militante revolucionario, ahora en dictadura y su >>rostro se ensombrece previendo, quizás, la muerte. Hace recuerdos >>de su compañera, Joan, de Amanda y Manuela, sus hijas y del >>presidente Allende, muerto en La Moneda, de su amado pueblo, de su >>partido, de nuestro rector y de sus compañeros artistas. Su >>humanidad se desborda aquella fría noche de septiembre.>>>>El viernes 14 estamos listos para partir al Nacional. Los fascistas >>parecen haberse olvidado de Víctor. Nos hacen formar para subir a >>unos buses, manos en alto y saltando. Y las bayonetas clavándonos. >>En el último minuto, una balacera nos vuelve a las graderías.>>>>Fatídico 15-IX-73>>>>Y llegamos al fatídico sábado 15 de septiembre de 1973. Cerca del >>mediodía tenemos noticias que saldrán en libertad algunos >>compañeros de la UTE. Frenéticos empezamos a escribirles a nuestras >>esposas, a nuestras madres, diciéndoles solamente que estábamos >>vivos. Víctor sentado entre nosotros me pide lápiz y papel. Yo le >>alcanzo esta libreta, cuyas tapas aún conservo. Y Víctor comienza a >>escribir, pensamos en una carta a Joan su compañera. Y escribe, >>escribe, con el apremio del presentimiento. De improviso, dos >>soldados lo toman y lo arrastran violentamente hasta un sector alto >>del estadio, donde se ubica un palco, gradería norte. El oficial >>llamado El príncipe tenía visitas, oficiales de la Marina. Y desde >>lejos vemos como uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le >>grita histérico y le da golpes de puño. La tranquilidad que emana >>de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados >>reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las >>culatas de>> sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a >>levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego no vuelve a >>levantarse. Es la última vez que vemos con vida a nuestro querido >>trovador. Sus ojos se posan por última vez, sobre sus hermanos, su >>pueblo mancillado.>>>>Aquella noche nos trasladan al Estadio Nacional y al salir al foyer >>del Estadio Chile vemos un espectáculo dantesco. Treinta o cuarenta >>cuerpos sin vida están botados allí y entre ellos, junto a Litre >>Quiroga, director de Prisiones del Gobierno Popular, también >>asesinado, el cuerpo inerte y el pecho perforado a balazos de >>nuestro querido Víctor Jara. 42 balas. La brutalidad fascista había >>concluido su criminal faena. Era la noche del sábado 15 de >>septiembre. Al día siguiente su cadáver ensangrentado, junto a >>otros, sería arrojado cerca del Cementerio Metropolitano.>>>>Esa noche, entre golpes y culatazos ingresamos prisioneros al >>Estadio Nacional. Y nuestras lágrimas de hombres quedaron en >>reguero, recordando tu canto y tu voz, amado Víctor, Víctor del >>pueblo:>>>>Yo no canto por cantar>>Ni por tener buena voz>>Canto porque la guitarra>>Tiene sentido y razón.>>Que no es guitarra de ricos>>Ni cosa que se parezca>>Mi canto es de los andamios>>Para alcanzar las estrellas>>>>Esa misma noche, ya en el Nacional, lleno de prisioneros, al buscar >>una hoja para escribir, me encontré en mi libreta, no con una >>carta, sino con los últimos versos de Víctor, que escribió unas >>horas antes de morir y que el mismo tituló Estadio Chile, >>conteniendo todo el horror y el espanto de aquellas horas. >>Inmediatamente acordamos guardar este poema. Un zapatero abrió la >>suela de mi zapato y allí escondimos las dos hojas del poema. >>Antes, yo hice dos copias de él, y junto al exsenador Ernesto >>Araneda, también preso, se las entregamos a un estudiante y a un >>médico que saldrían en libertad.>>>>Sin embargo, el joven es revisado por los militares en la puerta de >>salida y le descubren los versos de Víctor. Lo regresan y bajo >>tortura obtienen el origen del poema. Llegan a mí y me llevan al >>Velódromo, transformado en recinto de torturas e interrogatorios.>>>>Me entregan a la FACh y tan pronto me arrojan de un culatazo a la >>pieza de tortura, el oficial me ordena sacarme el zapato donde >>oculto los versos. “¡Ese zapato, cabrón!”. Grita >>furibundo. Su brutalidad se me viene encima. Golpea el zapato hasta >>hacer salir las hojas escritas. Mi suerte estaba echada. Y >>comienzan las torturas, patadas, culatazos y la corriente horadando >>las entrañas, torturas destinadas a saber si existían más copias >>del poema. Y ¿por qué a los fascistas les interesaba el poema? >>Porque a cinco días del golpe fascista en Chile, el mundo entero, >>estremecido, alzaba su voz levan-tando las figuras y los nombres >>señeros de Salvador Allende y Víctor Jara y, en consecuencia, sus >>versos de denuncia, escritos antes del asesinato, había que >>sepultarlos.>>>>Pero quedaba otra copia con los versos de Víctor, que esa noche >>debía salir del estadio.>>>>Entonces, se trataba de aguantar el dolor de la tortura. De la >>sangre. Yo sabía que cada minuto que soportara las flagelaciones en >>mi cuerpo, era el tiempo necesario para que el poema de Víctor >>atravesara las barreras del fascismo. Y, con orgullo debo decir que >>los torturadores no lograron lo que querían. Y una de las copias >>atravesó las alambradas y voló a la libertad y aquí están algunos >>versos de Víctor, de su último poema, Estadio Chile:>>>>Somos cinco mil>>En esta pequeña parte de la ciudad.>>Somos cinco mil>>¿Cuántos seremos en total>>en las ciudades y en todo el país?>>¡Cuanta humanidad,>>hambre, frío, pánico, dolor,>>presión moral, terror y locura!>>Somos diez mil manos menos que no producen>>¿Cuántos somos en toda la Patria?>>La sangre del compañero Presidente>>golpea más fuerte que bombas y metrallas>>Así golpeará nuestro puño nuevamente.>>>>Estos versos recorrieron todo el planeta. Y las canciones de >>Víctor, de amor y rebeldía, de denuncia y compromiso, siguen >>conquistando a los jóvenes de todos los rincones de la Tierra.>>>>El oficial fascista que ordenó acribillarlo debió quedar contento >>con su crimen, pensando que había silenciado la voz del cantor, sin >>saber que hay poetas y cantores como Víctor Jara que no mueren, que >>mueren para vivir, y que su voz y su canto seguirán vivos para >>siempre en el corazón de los pueblos.>>>>* Boris Navia Pérez es Abogado, casado y tiene tres hijos. Preside >>el Club de Amigos de Radio Nuevo Mundo y ejerce su profesión, >>asesora a la Confederación Campesina Ranquil, a exonerados >>políticos y otros gremios.
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